Cielo o Infierno

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Según cuenta un antiguo relato japonés, un belicoso Samurai desafió en una ocasión a un maestro en artes marciales a que le explicara el concepto de cielo e infierno. Pero el monje respondió con desdén: "No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!". Herido en lo más profundo de su ser, el Samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó: "Podría matarte por tu impertinencia". Eso, repuso el monje con calma, "es el infierno". Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro le señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el Samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección. Y eso, añadió el monje, "es el cielo". "La paz interior se halla cuando el que la busca deja de hacerlo, no por haberla encontrado, sino por descubrir que siempre estuvo con él y no fuera de él".

La Isla de los Sentimientos

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Erase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: la Alegría, la Tristeza y muchos más, incluyendo el Amor. Un día, se les fue avisando a los moradores, que la isla se iba a hundir. Todos los sentimientos se apresuraron a salir de la isla, se metieron en sus barcos y se preparaban a partir, pero el Amor se quedó, porque se quería quedar un rato más con la isla que tanto amaba, antes de que se hundiese. Cuando por fin, estaba ya casi ahogado, el Amor comenzó a pedir ayuda. En eso venía la Riqueza y el amor dijo: ¡Riqueza, llévame contigo! No puedo, hay mucho oro y plata en mi barco, no tengo espacio para ti, dijo la riqueza. El Amor le pidió ayuda a la Vanidad, que también venía pasando: ¡Vanidad, por favor ayúdame! No te puedo ayudar, Amor, tú estás todo mojado y vas a arruinar mi barco nuevo. Entonces, el Amor le pidió ayuda a la Tristeza: Tristeza, me dejas ir contigo? Ay Amor, estoy tan triste que prefiero ir sola. También pasó la Alegría, pero ella estaba tan alegre que ni oyó al Amor llamar. Desesperado, el Amor comenzó a llorar, ahí fue cuando una voz le llamó: Ven, Amor, yo te llevo. Era un viejito, y el Amor estaba tan feliz que se le olvidó preguntarle su nombre. Al llegar a tierra firme, le preguntó a la Sabiduría: Sabiduría, ¿quién es el viejito que me trajo aquí? La Sabiduría respondió: Es el Tiempo. ¿El Tiempo? Pero, ¿por qué sólo el Tiempo me quiso traer? La Sabiduría respondió: Porque sólo el Tiempo es capaz de ayudar y entender al Amor.

No sé si el destino nos quiere juntos ...

Hola. Esto sucedió en el año 2008, yo estaba estudiando en las noches terminando mi bachillerato. Ese año conocí a un chico que se llama Alejandro. Lo conocí por mi mejor amiga quien ya lo conocía, el acababa de entrar a estudiar. Cuando mi amiga lo vio sintió emoción, pues lo quería mucho. Yo sólo me acerque con ella, se saludaron y empezaron a hablar yo seguí ahí parada creo que me veía un poco tonta. Mi amiga reaccionó y me presenta con él. Ese día particularmente yo lucia muy linda. Él me vio y se sorprendió, hablaba con mi amiga y solo me miraba. Él creía que yo no lo notaba, pero fue un poco evidente. Tiempo después el me mandaba saludos con mi amiga yo en realidad no sabía qué hacer pues nunca había vivido una experiencia así. Él era mi primer “amor”. Empezamos a hablarnos un poco más, mi cuerpo temblaba cuando lo veía acercarse, no entendía que pasaba, jamás me había pasado algo así. Y llegó el día esperado. Me pidió que fuera su novia. No sabía qué hacer, creo que entré en shock. Tenía mucho temor porque en realidad era del todo mi primera experiencia, puesto que jamás había tenido un novio y jamás había besado a nadie. La confusión llegó a mí y entonces supe que había un problema. En ese entonces yo tenía 15 años y no contaría con el consentimiento de mis padres. Él solo me decía “Déjame, yo hablaré con ellos”. pero me daba pánico. Entonces decidimos ser novios a escondidas, con la ayuda de mi amiga y la complicidad de mi hermana mayor. En nuestro primer encuentro como novios la sensación que sentía era algo que no se puede describir. No sabía qué hacer, cómo hablarle. Él sólo me decía: “relájate, no pasa nada” y me consentía con mucha ternura.

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